miércoles, 14 de diciembre de 2022

A la gente le gusta observar la belleza de un campo de flores en primavera, 
sin embargo, ¿alguien va a echar un vistazo cuando las amapolas se marchitan?
Sólo los jardineros.

martes, 21 de julio de 2020

Camino de rosas

Año tras año creo que he aprendido a valorar en mayor medida en concepto de amistad. No es el concepto tan maravilloso que se plantea cuando escuchas a la gente hablar, porque como todo tiene su parte negativa. Aunque bueno, esa parte negativa no es mala, solo te hace valorar lo que realmente merece la pena.  Así que dicho esto, os doy las gracias a la gente que ha desaparecido de mi vida en circunstancias no perfectas, porque con el tiempo he visto que hay amistades fugaces y amistades duraderas. 
Os doy las gracias por el tiempo que estuvimos juntos, porque son recuerdos felices y en los que nunca negaré que me lo pasará bien. Quién diga eso, es mentira, recuerdos bonitos quedan.
Os doy las gracias por abrirme los ojos a amistades que no quiero para siempre, porque no llenan.
Os doy las gracias por ayudarme a ver que soy más fuerte de lo que creo, que con cada amistad errónea me voy  redescubriendo, puesto que no soy perfecta, pero aprendo rápido. Además, en esos momentos es más fácil ver a las personas  que están de verdad, y que ellos avanzan conmigo en el nuevo camino de rosas que se forma ante nosotros. 


Los caminos de espinas se olvidan, pero el resto perdura.

Delgada línea

La línea entre la cordura y la locura era demasiado delgada. Aún meses después, sentado en el asiento del copiloto del coche, veía cómo había estado a unos breves segundos de haber entrado en una fase de locura de la que no habría escapatoria. Todo por la maldad humana.

Pero, ¿existe algún manual donde se diferencie el bien y el mal? Sabía que él había tratado de realizar sus actos en base a sus principios, los cuales consideraba buenos... ¿Y sí los valores que seguía no eran los correctos para los demás? Aquí no hay posibilidad de dudar, de que cada uno marca su propia escala de grises y nadie es el claro vencedor de la batalla. Este es el inicio de toda disputa común, en la cual el que se lleva la medalla no es la expresión viva de la coherencia, sino la dureza mental. 

La fuerza mental era lo que le fallaba, ser capaz de tomar el volante y avanzar evitando al resto de los vehículos. Ser uno más de la carretera, sin ser ni el dueño pero ni el que recibe las consecuencias de éstos. Al final el común de los mortales somos así, en mayor o menor medida. 

¿Cómo evitar esto? El camino más sencillo saber plantar cara y obtener ese gris intermedio. Sin embargo hay que tener el valor para afrontar el miedo de frente y no de espalda. Se acaba hundiendo el barco, tanto por la proa como por la popa, juntos aunque el golpe solo fuera por la delantera. La valentía parece que radica en quien se hunde más pero no se llega a ahogar. Así acabo él.

Así acabó él, llorando a lágrima tendida hecha un ovillo en el que era su suelo. Ese suelo que se le desmoronaba por momentos y que en breves iba a ceder a la presión. La diminuta línea. Esa mísera lín....

Sonó un pitido. Pertenecía a su teléfono móvil. No recordaba ni de quién ni que decía ese mensaje, pero si recordaba que le había vuelto a colocar en suelo estable. No estaba solo, no iba a perderse sin arrastrar a otros en ello. Decidió que, no sólo por ellos, sino por sí mismo, seguiría hacia delante. Sabía que se lo merecía. Su cabeza le decía que aunque sentía ese dolor presente en el pecho, sus principios eran para él buenos y su conciencia estaba tranquila. 

Volvería a caer en la misma piedra, pero sabría que al final se merecía levantarse y vivir por y para él, así que abrió la puerta y empezó a caminar.

domingo, 8 de marzo de 2020

Apretar el gatillo sonaba sencillo. Acabar con la presión que tenía atribuida sobre sus hombros era lo que más necesitaba. Dejar el mundo que siguiera corriendo. Decidir bajarse era la opción más cobarde pero sencilla. Con eso le bastaba.
Harto de tirar de las riendas, de sacar energía del abismo. Andar con la piel rasgada una y otra vez por el camino serpenteante de espinos mientras el resto seguía el camino de baldosas amarillas. La gracia de por  ser el bueno, convertirse en la víbora con una simple mirada de desesperación. 
Dos personas con un mismo nombre. Dos cargas de las que no se libraría jamás. Gritar con la voz vacía no servía. Paso a paso se construye un hogar que una tempestad puede derrumbar. Al final siempre logra ganar la madurez infantil. Cuánto consume un siempre desprecio por quién lo has dado todo. 
Tonto de él al pensar que el resto de la humanidad es igual. Ayuda, que te acabarán contagiando las pulgas. Sé tú mismo, que acabarán convirtiéndote en cenizas. Producto de usar y tirar. Ya se encargarán de apagar tu brillo. Nunca recibirás lo que das. Se acabó el abusar. Se acabó estar a los pies y ser acusado de ser superior. No pidas ayuda porque van a evitar secarte las lágrimas. Llora sobre tu propio hombro porque nadie va a sostener tu mirada. Vuela libre pero sin instrucciones de vuelta. Quítate esa piel que produce daño interno, no vayas a dar pena. No hables, es más sencillo tragar y fomentar la ansiedad. Huye de la realidad, que es la manera más valiente de sobrevivir.

Sonó un disparo. Un pájaro cayó al suelo. No tenía la culpa de nada. 
Él tampoco.