Olvidemos el origen y el destino. Te encuentras en algún medio de transporte, da igual el que sea, desde el más barato hasta el más caro, solo consigue una ventana por la cual tengas acceso al exterior. Pon música, no importa el tipo, la te guste y te haga sentir cómodo. Por último, abre los ojos y observa.
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Te encuentras parado mientras que tu alrededor va cambiando. El tiempo va pasando sin que lo puedas controlar, solamente eres un mero espectador.

¿Importa la estación del año en la que nos encontremos? El bosque te absorberá igualmente con su gran majestuosidad.

El océano. La furia azul en primer plano. Las rocas sufren la ira del agua, el viento forma extraños remolinos subacuáticos que sientes sin ver y grandes especies marinas luchan ante el mayor y, a la vez, más hermoso fenómeno natural.
La tormenta se calma, y, desde tu asiento, ves el mar transparente. El rugido anterior es apenas un suspiro cosquilleante, y, poco a poco te enamoras del sonido de las pequeñas olas que casi mojan tus pies. ¡Uy! ¿Has visto el delfín saltar? ¿Estarán su familiares cerca? ¿Se encontrará herido? Divisas el mar con la ilusión de un niño primerizo. Las ganas que tienes de zambullirte en el agua y observar las profundidades te invaden tanto que corres a quitarte el cinturón de seguridad, pero...

¿Dónde se encuentran los cactus? Sí, allí hay un grupo, limpia bien las gafas, aunque tampoco hay mucho que observar aquí, solo dunas y más dunas, y una pequeña tormenta de arena que casi deja el vehículo oculto como si hubiera sido absorbido por unas arenas movedizas...Deberíamos buscar otro lugar del que hablar.
Ese largo túnel donde casi te ha dado tiempo a echarte una siesta acaba en ¿la falda de una montaña?
Pon el parabrisas que está lloviendo a cántaros. El sonido del agua caer te tranquiliza tanto que decides apagar la música. Ese cantar del agua no es como las olas y tampoco como un río, pero te enamora. El clima mediterráneo, medio seco pero con vegetación, agradece la lluvia. ¿Será nieve aquello en la cumbre de la sierra?

Deja de llover, ahora graniza. ¡No ves nada! Esto no te gusta, menos mal que dura unos pocos minutos. Gracias a eso, ves nieve. Nieve virgen, pura. Saca los guantes y disfruta de algo que no puedes comúnmente. ¡No olvides el muñeco de nieve!
Corre corre, a la izquierda está el arco iris, ¿lo ves? Nunca entiendes como surge, pero te deja anonadado, podrías mirarlo horas y horas, deseas tocarlo...¡Cuidado! Hay un precipicio y no te habías dado cuenta. Anda, es hora de bajar de la montaña...

Recorrer esta carretera y en cada estación ver distintos frutos, hortalizas y cultivos es asombroso. Grande naturaleza...
¿Estás cansado? Es hora de volver a casa. ¿Sabes que han pasado horas desde que partimos? Ni te habías dado cuenta, la belleza de la naturaleza te tenía embelesado y el tiempo parecía parado. Eh, eh, no te pongas triste, que la carretera es infinita y la naturaleza también. Y no hablemos de tus visiones, eso sí que no tiene límites.
En mi opinión, viajar es dejarse llevar por las ruedas que manejan, es relajarse y observar lo que a primera vista pasamos por alto por poseer objetos electrónicos, preocupaciones o sueño. A mí nunca me hables en un viaje, necesito observar y ver como cambia todo, como es la naturaleza pura sin la acción del ser humano. La naturaleza es asombrosa y puede sorprender para mal, pero afortunadamente puede para bien. Despierta emociones que a lo mejor no sabías que tenías, sensaciones de paz, o ganas de compartir la visión que provoca.
Nuestra vida es demasiado corta para no aprovechar esos pequeños momentos hermosos. Ojalá, si lees esto, la próxima vez que viajes tengas los ojos en la pantalla natural y no en la artificial. Luego cuéntame la experiencia, pequeño desconocid@.